miércoles, 30 de diciembre de 2009

Recomendación


Lo descubrí una vez que mi hermana lo dejó olvidado en casa, me gustó porque en la biblioteca de papá hay muchos libros de escritores, pero no de aquel autor.
Me gustaron sus cuentos breves, eróticos, que atrapan con sólo leer las primeras líneas.

Recuerdo que aquel compendio de historias cortas me las bebí todas como si fueran una taza de café tibio.

Y hace unos días que visité la casa de mi hermana, me volví a topar con otro libro de cuentos de García Ponce y me volvió a fascinar aquella forma tan suya de contar historias, con tanta sencillez y a la vez con tanta intensidad.

Sus cuerpos volvieron a confundirse, como en el mar cuando jugaban a los combates a caballo, pero lo que los unía ahora era una misma violencia impotente. Luis sintió las uñas de Katina en el costado y sus dientes se clavaron en un hombro. Cegado de furia, pero incapaz de golpearla, la derribó sobre la arena, donde ella siguió revolviéndose dueña de una fuerza hasta entonces desconocida para él, moviendo de un lado a otro la desordenada mancha negra de su pelo. Al fin logró inmovilizarla casi por completo extendiendo su cuerpo sobre ella y sujetándola por las muñecas de manera que sólo su cabeza siguió moviéndose, rebelde, sobre la blanca arena, callado ya el incesante estallido de las palabras. Entonces, Katina se quedó inmóvil por completo y sus ojos azules, independientes de su respiración agitada, ajenos a su cuerpo vencido y sus brazos extendidos en cruz, clavados sobre la arena por las manos que le sujetaban las muñecas, se abrieron para Luis. Sin verla, él la miró deslumbrado

Dwig… –susurró Katina
Luis le soltó las muñecas y luego sus labios estaban en los de Katina y reconocía su lengua húmeda y las manos de ella, en vez de rasguñarlo, le acariciaban la espalda, convertidos otra vez en una doble, única figura solitaria, sucia de arena y sobre la blanca arena, y de pronto él estaba ya en Katina sin que ella se quejara a pesar de que Luis podía sentir la resistencia del cuerpo de ella mientras entraba, sólo para perderse de inmediato junto a ella, en ella, unidos en un espacio sin sombras, independiente de ellos mismos, pero al que sus cuerpos sin límites creaban, en la dulzura de un olvido que no tenía fin dentro de su naturaleza de instante y que los unía en la ilimitada claridad de conciencia que hacían nacer de su propia oscuridad, aislándolos del mundo y entregándolos al mundo".


(La gaviota fragmento, Juan García Ponce)

1 comentario:

Veiga dijo...

Querida amiga:
Hoje, em português, envio-te os mais sinceros votos de um bom ano, e que neste próximo ano e nos seguintes realizes os teus sonhos.
Eu, fico-te grato pela simpatia dos teus comentários que deixas no meu blog e que muito me honram, assim como a tua visita
Beijos
do amigo Português
António Veiga