Como siempre lo he hecho, después de mi clase de Planeación, tomé un taxi, concentrada en que la lluvia no me hiciera sopa porque ya perdí el veintiúnico paraguas que tenía, después de tantos que he extraviado.
Por lo regular del trayecto de la Universidad a mi casa, los taxistas siempre son parlanchines y provocan que yo regrese a la tierra , lejos de mis sueños, con su conversación naturalmente coloquial.
Pero en esta ocasión en que abordé el auto, lo primero que me dijo el taxista fue una frase que me sonó en verdad a cansancio y a desahogo.
“Se acabó mi turno por fin. ¡ Y en verdad que día! Figúrese, desde las siete de la mañana hasta ahorita y apenas junté para un taco de frijoles”
Le creí de verdad y no supe què contestarle, qué se dice ante una situación cruda, porque en México a pesar de que los discursos políticos afirman que existen más empleos y una mejor situación económica, en la realidad, por lo menos de muchos mexicanos no existen salarios justos y acordes a la vida diaria de carne y hueso, en la que el ascenso de muchos precios como el gas, la renta, el colegio de los niños y alimentos como lo son el aceite, el kilo de pollo, de res y pescado, además del azúcar, son apabullantes y se encuentran por las nubes.
En las noticias por ejemplo, precisamente en la estación que alguien me recomendó aquí, escuché una situación que me puso aún más pensativa“La realidad es que dentro de pocos años, los mexicanos ya no serán profesionistas sino obreros y empleados de maquiladoras”
Pobre de mi México mágico, quizá y por eso inconscientemente esta insistencia de irme, pero esta ocasión para ya no regresar durante un largo, muy largo tiempo y buscar futuro en tierras lejanas.
Amo a mi país, no existe nadie como el mexicano para ser hospitalario y sin embargo, la situación, el panorama del país es desesperanzador.
Deseo con todas mis fuerzas realizar mis proyectos, auque en esta vida todo es relativo.