Este sábado mis emociones se encontraron todas en un sube y baja como si estuvieran en la montaña rusa.
Primero porque renté la película de Billy Elliot, una historia mágica que se sitúa en la época de Margaret Tatcher , donde el hijo de un minero se enfrenta a los estereotipos y lucha por sus sueños para convertirse en un bailarín de ballet.
Por lo regular, las películas nunca me hacen llorar. Pero ayer quien sabe que mosca me picó, porque en algunos episodios del filme no podía contener el llanto.
Puedo platicarles que el argumento es interesante, además de que existen una combinación de escenas conmovedoras, cómicas y de acción, que provocan que te encariñes con el persevenrante Billy. La película se encuentra muy bien ambientada y la música juega un papel significativo dentro de toda la historia, los movimientos de cámara son de enorme calidad y el final me pareció perfecto.
En realidad no soy experta en ser crítica de cine pero les puedo asegurar que pasarán un buen rato si pueden rentarla.
El caso es que lloré un poquito, pero eso no fue todo. Por la tarde fuimos a comprar un regalo para mi sobrino Emiliano, pues hoy es su fiesta de cumpleaños y entre estantes de los fantásticos y autos de Batmán, descubrí que también vendían a Topo Gigio. Lo encontré vestido de pantalones de pana y con una playerita a rayas azules y con sólo oprimirle su manita, articula palabras moviendo sus bigotes, con su inolvidable y dulce vocecita. Yo estaba fascinada y parecía niña chiquita encantada con un Gigio casi idéntico al que salía por en el canal dos a las ocho de la noche.
Cómo estaría de emocionada que hasta mi mamá mejor me dijo que ya nos fuéramos y que me lo regalaba en navidad.
Y es que en mis tiempos también vendían a este Topito, pero era un juguete bastante diferente al que ahora les ofrecen a los niños , en primera no hablaba y era una imitación tosca del original. Si hubieran vendido a este Gigio que venden actualmente, les hubiera rogado a mis padres que inmediatamente me lo compraran.
Sin embargo, este roedor, actualmente no es popular. Los niños prefieren los autos de carreras y las niñas, las barbies y no un tierno Gigio que fue exitoso en los ochentas.
En fin, el chiste es que este sábado estuve de chillona con la película de Billy Elliot y después me emocioné como una niña en una tienda de juguetes.
Primero porque renté la película de Billy Elliot, una historia mágica que se sitúa en la época de Margaret Tatcher , donde el hijo de un minero se enfrenta a los estereotipos y lucha por sus sueños para convertirse en un bailarín de ballet.
Por lo regular, las películas nunca me hacen llorar. Pero ayer quien sabe que mosca me picó, porque en algunos episodios del filme no podía contener el llanto.
Puedo platicarles que el argumento es interesante, además de que existen una combinación de escenas conmovedoras, cómicas y de acción, que provocan que te encariñes con el persevenrante Billy. La película se encuentra muy bien ambientada y la música juega un papel significativo dentro de toda la historia, los movimientos de cámara son de enorme calidad y el final me pareció perfecto.
En realidad no soy experta en ser crítica de cine pero les puedo asegurar que pasarán un buen rato si pueden rentarla.
El caso es que lloré un poquito, pero eso no fue todo. Por la tarde fuimos a comprar un regalo para mi sobrino Emiliano, pues hoy es su fiesta de cumpleaños y entre estantes de los fantásticos y autos de Batmán, descubrí que también vendían a Topo Gigio. Lo encontré vestido de pantalones de pana y con una playerita a rayas azules y con sólo oprimirle su manita, articula palabras moviendo sus bigotes, con su inolvidable y dulce vocecita. Yo estaba fascinada y parecía niña chiquita encantada con un Gigio casi idéntico al que salía por en el canal dos a las ocho de la noche.
Cómo estaría de emocionada que hasta mi mamá mejor me dijo que ya nos fuéramos y que me lo regalaba en navidad.
Y es que en mis tiempos también vendían a este Topito, pero era un juguete bastante diferente al que ahora les ofrecen a los niños , en primera no hablaba y era una imitación tosca del original. Si hubieran vendido a este Gigio que venden actualmente, les hubiera rogado a mis padres que inmediatamente me lo compraran.
Sin embargo, este roedor, actualmente no es popular. Los niños prefieren los autos de carreras y las niñas, las barbies y no un tierno Gigio que fue exitoso en los ochentas.
En fin, el chiste es que este sábado estuve de chillona con la película de Billy Elliot y después me emocioné como una niña en una tienda de juguetes.