Suelo utilizarlo, cuando voy al Centro, por el endemoniado tráfico; de plano es una
locura quien en medio de su osadía
se atreve a utilizar auto
para ir al zócalo
de la Ciudad de México
Lo abordan a diario
cinco millones de almas, según estadísticas, aproximadamente un cuarto de
la población de esta apabullante
ciudad.
Es la limusina naranja
de muchos, el subterráneo que
economiza millones de
minutos, por sòlo tres pesos.
Es odiado por muchísimos y bendecido por otros.
Es odiado por muchísimos y bendecido por otros.
Es el reflejo de nuestra ciudad, la realidad así de concreta.
Uno de los medios de transporte más prácticos y a la vez poco agradables... gente que cabecea por el cansancio y que sin querer puede recargarse en el hombro del pasajero de al lado, pedigüeños, cantantes, ciegos, con extremidades mutiladas, vendedores de discos piratasy dulces quizá pasados... las insufribles horas pico... nuestra realidad tajante.
Y qué mejor que el querido Monsi, para analizar la realidad a nuestro amado y odiado METRO.