Dicen que hay que escribir todos los días, aunque sea para continuar un párrafo atorado de tres líneas.
Escribir cuando estés triste, cuando no lo estés tanto, escribir es enfrentarse a una hoja en blanco que te reta, que te absorbe, que te atrapa.
Borras y desborras, detestas las líneas que escribes por que te parecen tremendamente cursis; te asombra tu complejidad para inventar , para hilar para disfrutar aquello que te hace seguir y seguir y darle vida a personajes que de repente son independientes de ti misma.
Escribir es un acto solitario tremendamente placentero.
“Escribe siempre, aunque nombres que el perro tiene tres patas y es de color azul” - me dijo, el profesor Israel , de Dirección Escénica , cuando le entregué unas reseñas chafas de unas obras de teatro a las que nos mandó a ver, y que según él eran buenas... pero continuaré escribiendo, eso es cierto.