domingo, 23 de agosto de 2009

Otro fragmentito de la tía Lala

Les dejo este fragmentito de la tía Lala, está cortito, regalen su opinión...

Lo encontró desayunando en el café Tacuba, junto con su secretario Benancio Flores, estaban distraídos, ambos parecían cansados y concentrados sólo en devorarse cada uno, su orden de chilaquiles verdes.

Hacía mucho que Lala no veía a Sergio Mérida, estaba un poco más delgado, cuando lo descubrió sin que se diera cuenta.

Iba a cambiar de opinión y decidirse por tomar un café en cualquier otro sitio, cuando de repente escuchó la voz de Sergio llamándola, mientras ella giraba el rostro y esbozaba una especie de sonrisa forzada.

- ¿No me digas, que te marchabas sin siquiera saludarnos?- dijo Mérida mientras le sonreía y la miraba directo a los ojos.

Ella no pudo hacer otra cosa más que guardar silencio y sentarse junto a los dos, mientras Benancio disimulaba su disgusto, inventando una cita pendiente de la que no se había acordado.

Luego se despedía de ambos y se dirigía con pasos apresurados hacía la salida.

Bueno, al menos la incomodidad es menos, pensó ella cuando vio la figura larguirucha de Flores abrir la puerta del café para marcharse.

Y de nuevo se encontraban ahí los dos como antes, cada uno con una taza de café enfrente, pero esta vez no había mucho que platicar, mientras el político pedía más pan de dulce.

- ¿Qué no vas a desayunar?- dijo Mérida para terminar con el silencio en la mesa.

Cuando ella mecánicamente tomaba café como si le hubiesen dado una orden y otra vez su mirada tropezaba sin querer con el anillo liso y dorado del senador.

Y es que Lala hubiese querido todo, menos volverlo a hallar, y estando frente a él, aquella imagen lejana de los dos en la iglesia, la recordaba más viva que nunca y un escalofrío en la espalda la hizo querer levantarse, pero un algo de curiosidad y de incertidumbre, le provocó permanecer sentada.

No existió una conversación amena en aquel desayuno, donde Lala nada más tomó café negro, mientras miraba la hora de su reloj .Permaneció callada, observando a Mérida : su tranquilidad y la seguridad de cada uno de sus movimientos y de nuevo otra vez la sonrisa engañosa del político.

Con este, cualquier mujer se podría sentir protegida, pensó.

Después Mérida liquidó la cuenta y ambos salieron del café; a ella le faltó el valor de decir adiós, nos vemos, fue un gusto.

Caminaron despacio por la calle Motolínia, mientras mucha gente se dirigía apresurada hacia su trabajo, a los comercios u oficinas.

Y luego otra vez aquel silencio entre los dos tan difícil de sobrellevar que Lala rompió con el pretexto de su coche estacionado por la Alameda Central, mientras agitaba las llaves.

- ¿Me acompañas?

La pregunta en el aíre para alargar el tiempo, el semblante tranquilo de él respondiendo que sí.

Los dos caminando rumbo a la Alameda, sin mucho que decir, cada uno muy atento a lo que hiciera o dijera el otro.

Y ya estando frente a su Ford, ningún pretexto más que inventar, un abrazo largo como despedida y otra vez el recuerdo y la sensación exacta de la tarde lluviosa.

Mejor cerca que lejos, pensó.

- No te vayas- dijo Lala sin arrepentirse, cuando aquellas palabras se le habían escapado, dejándola descansar.

Luego, el semblante sereno de Sergio mientras se hacía consciente que él podría aguardar, sin comprometerse como ella.

Mejor ahora que nunca- se dijo para si y sonrió, mientras que la palabra peligro se desvanecía cuando otra vez lo tuvo muy cerca como en aquella ocasión en la iglesia.

1 comentario:

Agnes Milk dijo...

ah que mala onda, ¡diablos! me he perdido tanto tiempo, pues ya ni modos, mas de la tia lala no?