jueves, 18 de junio de 2009

Un pequeño fragmento de la tía Lala




Ella fue la que inició el juego, la que besó a Sergio, sin más permiso que su manojo de sentimientos confundidos y entonces descubrió en él una boca atrevida y unas manos audaces que la hacían muy débil como para luchar por los recatos que le habían inculcado desde niña.

Si por sentir todo aquello se iba directito al infierno, era una bendición arder entre las llamas, otro sacrilegio, pensó sin preocuparse.

Después los dos se quedaron muy quietos, sin hablar, en esas cosas analizó Lala, las explicaciones sobraban, mientras se daba cuenta que ya no llovía y que su auto se encontraba estacionado a tres cuadras más.

No dijo nada, sólo se marchó muy despacio mientras sus tacones hacían ruido al caminar. Afuera había oscurecido y una luna llena, clara y brillante iluminaba las calles. Era octubre con todas sus noches de lunas frías y distantes.

1 comentario:

Agnes Milk dijo...

ah, un pedacito de tu novela, dale copi y pega otro pedazo para seguir leyendo, andale porfis